i

arrima sus ancas cuando el fastidio me mata.

me ayunta a su grupa de sátira en celo.

como en un extraño acto secreto de magia,

que no sé ni me explico y que tampoco

entiendo,

–de muchacha o potranca– ¡he aquí el prodigio!

de pronto me encantan sus nalgas de seda

como si se tratara de un maleficio.

 

ii

al solaz,

entre nos,

cuando estamos solos como ángeles en veda,

rutilan mis manos iniciando el periplo

hacia los sitios más alpestres de su

espalda,

–¡oh galimatías,

paráfrasis de un pleonasmo,

espejo de mitades gemelas de la luna llena!–

desde donde

–al cobijo de las sombras–

en nómade albedrío

caravanean a su antojo mis

lunáticos dedos.

 

iii

allí,

a ratos jinete,

otras veces lascivo centauro,

sin reclamos de cordura alimaña,

unicornio escapado de alguna página

de imposible lectura en el real imaginario;

bestia camada entre los faunos,

doloso minotauro,

caballo desbocado en el brocal de los sueños,

se trincan mis venas cuando me invitas

golosa brincar a tus lomos,

a llevarme a galope al confín siderario,

a derramarme contigo hasta el paroxismo.

oh invicta animalia;

cubre mi impudicia entre tus alas de diosa,

y arrima más tus ancas, relapsa, cuando me

mate el tedio.